Al principio de la década de los 80 surge un nuevo músico que viene a dar al traste con el aburrido panorama del pop en España. Firma los temas como Casal e irrumpe como un flechazo por las listas de éxitos de todo el país, con unos recursos vocales magníficos. En plena consolidación de su carrera como músico da un salto mortal rompiendo esquemas, y nos revela un artista plástico que siempre existió en él, incluso antes del músico, y que nos había ocultado celosamente.

De la necesidad de crear y los datos acumulados, aunque traducidos, surge la pintura y la escultura de Tino Casal. Salto limpio en dos y tres dimensiones, del lino a a materia como cuestión principal. Casal ensartado de neosicodelia y futurismo barroco al aedo de cultura de las galaxias. Aquí se encuentra el artista que pinta por el placer de pintar, en una actitud vital eléctrica y pura. Ruptura de linealidad en la historia de un creador que no tiene porqué ser fiel a un solo argumento. Su plástica está teñida con esa mezcla agresiva de belleza decadente y de elegancia, como instrumento arrojadizo de insulto. Tabúes y totems de un brujo que se refuerza con el recreo de imágenes ancestrales y raros objetos de culto que bien podían ser el hallazgo de un enclave arqueológico en algún punto indeterminado de la antigüedad, o en los restos de una nave espacial de alguna galaxia desconocida. Todo ello realizado sutil y profundamente, adquiriendo espesor de culturas e inculturas, y dándole un sentido reverencial de la materia pura y viva de los objetos que una vez fueron sagrados y que ahora lo son para siempre por obra y gracia de este confabulador hechicero.


Antonio VILLA-TORO


PAGINA ANTERIOR // PAGINA SIGUIENTE
INDICE // PAGINA PRINCIPAL